domingo, 1 de enero de 2012

El paraguayo y su responsabilidad ante la función pública. Apuntes sobre el poder

No puedo empezar el 2012 sin expresar mis opiniones sobre la idiosincrasia del paraguayo con respecto a la función pública. Es notable, como el paraguayo tiene un típico comportamiento ante los bienes públicos, alimentados quizás por cuestiones culturales, históricas y sociales. Por Sergio Noe.

Un fuerte pasado histórico
El uso comunitario de los bienes quizás tenga un fundamento antropológico en la cultura tribal, procedente de los pueblos guaraníes, donde todo se comparte en familia o entre parientes. 
Otra explicación en el uso de lo público como propio, sin conciencia de lo ajeno, quizás tenga respuesta en la herencia del régimen stronista, donde es tradición que los bienes estatales quedan administrados en manos de una dinastía o un círculo de beneficiados, donde el poder despótico, que incluso se controla así mismo, fundamenta el uso discrecional e indiscriminado de la riqueza pública. 
Socialmente y antropológicamente, este régimen autoritario, desestimuló la crítica y la denuncia (ante métodos violentos de tortura) y fomentó el miedo a la denuncia, ya que tampoco existían (o existen en la actualidad) garantías jurídicas ante la delación de un delito contra la cosa pública, del mal uso de los bienes administrados por terceros. 
Quizás, esto explica en parte, porqué el paraguayo no está acostumbrado a ser “económico” y “responsable” con la “res publica”, con el patrimonio que le pertenece a todos. 

¿Dinero público o dinero propio?
No logro entender porqué el paraguayo, que trabaja en la función pública, no tiene la mentalidad de que la "cosa pública" no es suya.
El paraguayo no parece tener muy claro que su patrón es el “pueblo”. Además, hay una enraizada mala costumbre de utilizar la "cosa pública" como "propia".
Encima, cuando se quiere pedir que se dé cuenta del uso de lo "ajeno", cuando se intenta indagar en los detalles de la utilización de los fondos públicos, cuando se quiere saber qué pasa con la “res publica” -ese bien que legítimamente le pertenece a todos-, los “funcionarios públicos” se enojan, inmediatamente se “molestan” por los cuestionamientos en el uso del dinero del Estado.

Rendición de cuentas
“¿Qué se hizo con este dinero público?” Esta es una de las preguntas más temidas del poder. 
Aunque se rinda cuentas “oficialmente” de los fondos, para cumplir con el “deber”, los detalles del consumo no quedan siempre claros. 
Y si continúan los cuestionamientos para saber exactamente el destino de los fondos públicos, no faltan las caras “alargadas”, o respuestas de este tipo: “nona… no vayas pues a querer incidentar, a crear problemas, a meter cizañas… te voy a explicar como va la cosa… esto puede quedar entre amigos”.
A los responsables de administrar lo público no les gusta que se les recuerde constantemente su deber, de que lo público no es suyo. A ellos, les desagrada ser "pillados" in fraganti. 

¿Astuto o tonto?
El funcionario público, que se cree tan dueño de todo, muestra impunemente, con un orgullo inexplicable y descabellado, que puede usar todo lo que le plazca.
Usa el auto del Estado para llevarle a sus hijos al colegio, tienen un policía público como si fuera su propia guardia privada, usan los viáticos para pagar la luz de su domicilio particular, entre otros delitos.
Incluso, no falta el solidario funcionario que desea ayudar al amigo con un "trabajito". Le entrega una platita al amigo en concepto de “honorarios profesionales”, siendo que con ese dinero bien podría haberse pagado a una persona más capacitada que el amigo.
En fin, miles de malos ejemplos que muchos conocemos, se siguen repitiendo insólitamente en Paraguay.

La cultura del “no cuestionar”
Lastimosamente, en Paraguay no hay una cultura de la transparencia administrativa, no existe una cultura de “rendición de cuentas”, una cultura civil de “cuestionar” las acciones ajenas o una tendencia popular de exigir papeles, donde quede claro la utilización de los “fondos públicos”.
Si vos, periodista o ciudadano mortal, intentás cuestionar el accionar del empleado público, sea de bajo o alto rango, es como si fueras el “traidor” de la patria. 
En Paraguay, prácticamente no tenés derecho a pedir cuentas del uso de lo público. Resulta ciertamente incómodo preguntar sobre lo público.
Si por ahí se te ocurre ser el “legalista”, el que querés saber “todo”, inmediatamente surgen las trabas. 
Allí los empleados públicos comienzan a generar sus caras de “víctimas”, y arman un teatro, donde sus manías de persecución por su “accionar público” cobran vida, y consideran cualquier ataque justificado  como un maleficio, como una "severa injusticia" contra su trabajo.

Falta de transparencia
Hay una verdadera cultura de ocultar las acciones públicas cuando éstas no son del beneficio de todos. 
Si intentás cuestionar las “malas acciones” del Estado, te tachan como persona “no grata”, que obrás de "mala fe", de que solo querés ensuciar innecesariamente al funcionario público.
En Paraguay, ni se te ocurra denunciarle al corrupto, porque la lección del entorno es que “te puede ir peor”.
Muchos quieren que seas su “amigo”, o sea, quieren que formes parte de su círculo de “impunidad”, para que la “verdad” no se sepa.

Tentaciones del poder
Si te animás a encubrirle el funcionario público, puede llover algún premio. 
Incluso, la generosidad podría estar a la orden del día contigo, y si hay suerte, podrías ligar algunos fajos.
Para muchos funcionarios, no existe inconveniente alguno en comprar el silencio cómplice como sea (a “platazo limpio” incluso).
Me imagino que las personas que tienen algo de dignidad –un artículo de lujo que casi no se encuentra–, no aceptarán semejantes tratos.
Pero tampoco quiero pecar de ingenuo. Cuando legítimamente corresponde cobrar 4 millones por un servicio, a veces, se puede cobrar 20 millones. 
¿Por qué? No hay que ser doctor para saber la respuesta, porque finalmente “todo puede quedar entre amigos”.
Claro que es más cómodo llevarte más billetes al bolsillo y dejarle sufriendo al resto.
¿A quién no le gusta el “regalito” adicional? ¿Quién no sueña en tener un autito, una casa más linda, un televisor HD o un largo etcétera de regalos mensuales? 
Todo esto puede financiar la “amistad” pública, o sea, el dinero del Estado. Qué más da.

Riesgos de la denuncia
Sin embargo, si te arriesgás a dejar al descubierto al “funcionario público”, a demostrar que utiliza los fondos públicos para beneficios personales, este “personaje”, este fulano que a toda costa quiere ser “amigo”, será capaz de caerte con todo el peso de la ley.
E incluso, si puede lograr involucrarte más en el asunto, mejor todavía.
Para colmo, algunos funcionarios públicos intentan crear un “falso remordimiento”, de que habrá un castigo a tu acción de “denuncia”, y paulatinamente, generan algunas amenazas o amedrentamientos en tu contra.
Si osás desairarle o descubrirle en falta, debés mentalizarte que nunca más te va a hablar (que es el castigo más leve). Si la represalia es peor, incluso tu propia vida podría estar en juego.

Falta de conciencia del bien público
El bien público, el bien del resto de los mortales, sigue siendo una "cuestión de segundo plano" cuando el funcionario público tiene la panza cargada. 
Entonces, ¿qué pasa cuando solo uno lleva más billetes y el resto no? Que se joda el resto. Así de sencillo. El paraguayo tiene una pilleza consuetudinaria, la viveza de pensar que llegó primero al festín de lo público.
El funcionario público paraguayo, como primerizo del banquete, se arroja todo el derecho de tomarse la bebida, a total descontrol y discreción. 
Total, como llegó primero, todo es suyo y con todas las de la ley. 
Entonces, ¡a disfrutar del festín se ha dicho!
Por algo dice el refrán: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”.
¿Y el resto? Que se joda, porque no llegaron a tiempo para la farra. Para eso son soldados y nosotros los capitanes.
Y así nos va como paraguayos. Mientras vos estás trabajando como burro, el otro está “morfando” el patrimonio del Estado, porque consiguió con “orgullo” ser más caradura que vos. 

Foto:  Primates disecados en el museo de Itaipú Binacional. Ciudad de Hernandarias, Paraguay. Créditos: Sergio Noe.
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